La agricultura moderna está redescubriendo el valor de las técnicas ancestrales; una de ellas es la asociación de cultivos, como el del binomio pimiento (ají, morrón o chile según las regiones) y maíz un ejemplo que ofrece múltiples beneficios agronómicos y ambientales.
Aunque la siembra directa en la misma hilera es menos frecuente que el intercalado de hileras, la combinación de estas dos especies se basa en principios de sinergia que buscan la protección mutua de las plantas.
El Maíz: sombra, refugio y barrera natural
El principal rol del maíz en esta asociación es su función de soporte y protección, crucial para la salud del ají:
-Menor Estrés por Calor: El ají, aunque amante del sol, sufre con las altas temperaturas y el sol directo en exceso. El maíz, al ser una planta de porte alto, actúa como una pantalla natural de sombra, mitigando el estrés térmico y el riesgo de quemaduras en los frutos del ají, además de reducir el consumo de agua.
-Barrera Contra el Viento: La robustez del tallo del maíz sirve como una barrera cortaviento natural, protegiendo las plantas de ají, que son más delicadas y vulnerables a los daños físicos causados por ráfagas fuertes.
-Optimización de Recursos y Manejo Ecológico
Más allá de la protección física, la siembra asociada maximiza la eficiencia de la parcela:
-Uso Eficiente de la Luz: Al ocupar diferentes “estratos” de altura (maíz alto, ají medio/bajo), ambas plantas aprovechan la luz solar de manera complementaria en la misma superficie de suelo.
-Control Natural de Plagas y Malezas: La diversidad del policultivo aumenta la biodiversidad del entorno. Los ajíes, como parte de la familia de las solanáceas, pueden tener efectos repelentes sobre ciertas plagas de los cultivos vecinos. Además, el denso crecimiento de ambas plantas cubre el suelo con mayor rapidez, suprimiendo el crecimiento de malezas y reduciendo la necesidad de herbicidas.
-Recursos Radiculares Complementarios: Con un manejo adecuado de la densidad de siembra, las raíces de ambas especies pueden tener demandas y profundidades de exploración ligeramente diferentes, optimizando la absorción de nutrientes y agua.
Una Práctica con Raíces Americanas
Esta filosofía de cultivo no es nueva; es una herencia de las civilizaciones prehispánicas. Si bien la asociación clásica es la “Milpa” (maíz, pimiento y calabaza), el principio de intercalar el maíz con otras hortalizas es común en:
-Mesoamérica (México y Centroamérica): Es la región originaria de la Milpa, donde la diversificación con ají (chile) en el mismo espacio ha sido una constante cultural y alimentaria.
-Región Andina (Perú, Bolivia y Ecuador): En estas zonas, donde se cultiva una vasta diversidad de ajíes y pimientos (incluyendo el rocoto), la coexistencia del maíz y otras hortalizas es habitual en los sistemas de agricultura tradicional y familiar.
-Sistemas Agroecológicos Globales: Actualmente, el modelo se replica en huertos familiares y producciones agroecológicas en todo el mundo, desde Sudamérica hasta otros continentes, como una estrategia para mejorar la sanidad vegetal y la resiliencia de la cosecha.
Desafíos para el Productor
A pesar de las ventajas, los especialistas del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap), principal organismo de investigación agropecuaria de México, advirtieron que la implementación debe ser cuidadosa: el maíz es un gran consumidor de nitrógeno, por lo que una siembra demasiado densa puede generar competencia por nutrientes.
Además, si el maíz crece sin control, podría provocar un sombreado excesivo que, paradójicamente, limite la producción de frutos en el ají, que necesita buena luz para madurar. (fuente Noticias AgroPecuarias)

