En el Simposio Fertilidad 2025 se analizó la nutrición de forrajes para la producción ganadera con cuestionamientos a las prácticas actuales, explorando nuevas estrategias de fertilización de forrajeras, y enfatizando en los nutrientes estratégicos en pasturas de las zonas productivas.
El Simposio FERTILIDAD 2025, realizado en Rosario bajo el lema «Nutrir el suelo, alimentar el futuro», reunió durante dos días en Rosario a destacados especialistas para debatir sobre la nutrición en sistemas de producción ganadera. En el Panel de forrajes, se presentaron María Alejandra Marino, Gonzalo Berhongaray y Cristian Álvarez.
Marino presentó los resultados de una encuesta realizada a 300 productores ganaderos. Los datos revelaron “una tendencia de baja o nula aplicación de fertilizantes en pastizales naturales, que constituyen la base forrajera de la producción ganadera” (90% de los productores respondió que nunca los fertiliza), situación “que genera un círculo vicioso de improductividad”.
En cuanto a las pasturas perennes, como la alfalfa, el relevamiento indicó que el 50% de los productores que las utilizan fertilizan solo al momento de la siembra, a pesar de reconocer una vida útil promedio de 6 años para estas pasturas. “Esto sugiere una estrategia de fertilización inicial que no se acompaña de aportes de nutrientes a lo largo del ciclo productivo”.
En contraste, los cultivos forrajeros anuales o verdeos muestran una mayor adopción de la fertilización, con al menos el 50% de los encuestados afirmando fertilizarlos anualmente. “Esta práctica se asocia a la búsqueda de una alta producción de forraje en un corto período”.
Al analizar el uso de fertilizantes por nutriente, se observó que los fertilizantes fosfatados representan aproximadamente la mitad del volumen utilizado, seguidos por los nitrogenados (46%). Solo un 4% corresponde a fertilizantes azufrados y un 1% a otros nutrientes.
Los principales motivos reportados para no fertilizar incluyen la percepción de no observar una respuesta significativa (casi 60%) y la creencia de tener suelos con suficiente fertilidad (30%). Solo una minoría (menos del 10%) lo atribuye a la falta de recursos económicos.
Finalmente, Marino destacó que, si bien los productores consideran la recomendación técnica, subyace una baja convicción en la respuesta a la fertilización en recursos forrajeros. Concluyó que la ganadería pastoril argentina tiene un enorme potencial de crecimiento, pero sus recursos forrajeros se encuentran en una condición de subnutrición generalizada, lo que representa un desafío y una oportunidad para mejorar las prácticas de manejo y nutrición.
Gustavo Berhongaray, de la facultad de Ciencias Agrarias de la UNL abordó el manejo de fertilización en sistemas pastoriles, planteando en principio que “fertilizar una pastura no siempre significa producir más pasto, y producir más pasto no siempre es necesario ni rentable, a diferencia de los cultivos de grano”. En este sentido dijo que para el tambero “el objetivo no es solo producir más, sino aprovechar mejor lo que se produce”.
Berhongaray derribó el mito de que los suelos de los tambos están naturalmente bien nutridos. Tras analizar 17 establecimientos pastoriles con suelos vírgenes y agrícolas, se vio que los niveles de materia orgánica, fósforo, nitrógeno, azufre, magnesio y otros nutrientes estaban muy por debajo de los valores de referencia, incluso en profundidad (hasta 60 cm). Y la distribución de nutrientes no era homogénea. “En los sectores donde se concentra la suplementación, como los piquetes, hay una acumulación excesiva, mientras que en los lotes más alejados las concentraciones de fósforo, por ejemplo, caen a valores críticos”, describió.
Ante este diagnóstico, Berhongaray avanzó con una revisión de más de 200 ensayos de fertilización de verdeos de invierno (centeno, triticale, trigo, avena y raigrás) para construir una herramienta de recomendación. Si bien solo 10% de los ensayos incluían análisis de suelo, se trabajó con respuestas promedio y eficiencia agronómica como indicador clave: kilos de materia seca producida por kilo de nitrógeno aplicado.
En este orden dijo que además de mejorar la producción de forraje, la fertilización también impacta en la calidad. En los ensayos recopilados, la aplicación de nitrógeno elevó el contenido de proteína bruta del 16,2 al 18,4%, lo que representa un incremento de más de 600 kilos de proteína por hectárea.
Finalmente, Cristian Álvarez, técnico del INTA Anguil, planteó los números de la producción forrajera para ganadería de carne, con foco “en la reina de las pasturas”, la alfalfa. “No tenemos la misma producción que hace 20 años, y sin embargo la genética ha avanzado muchísimo. Las alfalfas antes duraban cinco o seis años; hoy, en algunos sistemas, apenas llegan a tres, y en otros, a dos”.
Además, aparecieron problemas en los suelos como compactación, falta de estructura, baja porosidad, pH inadecuado en profundidad y estratificación de nutrientes. “Cerca del 40% de los lotes analizados muestran este tipo de limitantes”.
Citando una serie de casos, indicó que un ensayo realizado con una alta dosis de superfosfato triple -800 kilos por hectárea- se dieron incrementos de hasta 80% en biomasa respecto al testigo, aunque no se pudo precisar qué nutriente —fósforo o azufre— fue el más determinante.
También el azufre se destacó por su impacto positivo sobre la alfalfa. En algunos ambientes, solo con la aplicación de este nutriente se logró un aumento del 24% en la producción.
En otro orden alertó que el balance de nutrientes demostró ser muy negativo. “En sistemas donde se realizan cortes mecánicos, el 90 a 100% de los nutrientes se extraen y no se reponen”.
En sus conclusiones apuntó que, si bien hubo avances en la genética y en el manejo forrajero, muchos sistemas siguen perdiendo capacidad productiva por no tener en cuenta la nutrición y las condiciones físicas del suelo. “El descuido de variables como la compactación o la proporción de cationes nos está generando conflictos importantes, no solo en producción, sino en persistencia y calidad. No es solo cuestión de poner fertilizante, sino de entender qué se lleva el sistema en cada corte y qué hay que reponer”, cerró Álvarez. |