La inteligencia artificial también crece en los tambos

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De acuerdo a especialistas de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), los tambos robóticos son tendencia mundial en la industria lechera, y una realidad concreta en la Argentina.

Desde hace siete años, las ventas de robots en el país se multiplicaron, y se estima que al presente hay más de 200 en funcionamiento.

La innovación tiene ventajas para productores y animales, desde una mayor calidad de vida de las personas hasta mejoras en la sanidad, bienestar e índices productivos del rodeo.

Y si bien el interés en la automatización de las tareas sigue creciendo y se esperan más ventas en el futuro cercano, se estima que, por una cuestión de costos, la incorporación de esta tecnología se desacelerará en el largo plazo.

“Desde que se instaló en 2015 el primer tambo robótico en el INTA Rafaela, en un proyecto liderado por el ingeniero agrónomo Miguel Taverna, técnicos y productores se dieron cuenta de que era factible implementar esta herramienta”, recordó Luis Millapán, docente de la cátedra de producción lechera de la Fauba.

Y agregó: “Estimamos que al día de hoy se llevan vendidos más de 200 robots, lo cual no equivale a 200 tambos, ya que calculamos que cada tambo tiene 4 robots en promedio”.

¿Cómo son los robots?

Según Millapán, el modelo más difundido se lo conoce como ‘brete simple’, con capacidad para ordeñar una vaca por vez. En su interior, un brazo con distintos sensores registra distintos parámetros productivos esenciales para manejar el tambo.

Por otro lado, realiza las mismas tareas que un tambero convencional durante el ordeño, incluyendo la limpieza.

El docente agregó que también existen otros modelos —como el tipo ‘calesita’— con cinco robots que pueden realizar hasta 1.600 ordeños diarios. Este modelo está pensado para tambos con rodeos de entre 400 y 600 vacas, o más.

Como en el brete simple solo se puede ordeñar una vaca por vez, la cantidad de ordeños por día está limitada a 150 por robot. De este modo y trabajando al 100% de capacidad, un robot puede ordeñar 75 vacas dos veces al día o 50 tres veces al día.  “Por esta razón los establecimientos grandes, con mayor capacidad económico-financiera, poseen varios robots”, sostuvo el docente.

El costo es una barrera 

Si bien es costosa, esta tecnología es menos cara que hace dos o tres décadas. Pero sus valores son elevados y un robot de ordeñe se ubica sobre los U$S 120.000. Además, deben agregarse otros componentes puertas inteligentes, software y servicio técnico anual.

“Sin embargo, la realidad muestra que los tambos que accedieron a robots lo lograron a través de créditos bancarios y estrategias comerciales de las empresas que operan en el país”, afirmó Millapán.

El docente señaló que además de la cuestión financiera, para que un robot funcione correctamente también se necesita una buena conexión a Internet para recibir y enviar datos en tiempo real, un generador de energía alternativo en caso de cortes de luz y un estabilizador de tensión para que las variaciones en el suministro no dañen los numerosos sensores y componentes electrónicos.

A criterio de Millapán, no todos los productores lecheros argentinos podrían beneficiarse de implementar robots de ordeñe debido a las diferentes problemáticas y tamaños de sus tambos.

Por lo tanto, es clave evaluar con cuidado si la inversión se ajusta a sus necesidades y posibilidades, y considerar alternativas más eficientes y económicas.

A pesar de ello, la tendencia mundial en el sector lechero es adoptar tecnologías avanzadas, y en nuestro país, algunos tambos están siguiendo este camino por las ventajas para productores y animales.

Una mejora en la calidad de vida 

Millapán afirmó además que el robot mejora la calidad de vida al liberar a las personas de las tareas rutinarias del tambo convencional, en el que el personal realiza el ordeñe diariamente con mucho esfuerzo físico e, incluso, en condiciones climáticas adversas.

En uno robótico, el ordeñe se automatiza, lo que beneficia tanto a las personas como a las vacas. En este tipo de tambos, el tambero cumple una jornada laboral de 6 u 8 horas, similar a cualquier trabajo en la ciudad, lo que rompe con el esquema tradicional en el que la primera sesión de ordeñe comienza a las 3 de la mañana y puede afectar la vida social del personal.

“En general, el perfil del operario del tambo robótico es muy distinto al del tradicional. Una de sus tareas principales es supervisar el normal desempeño del robot en una computadora. Al terminar su jornada, vuelve a su casa, y si ocurre algún problema con el robot, recibe una alarma en el celular. Muchas veces, incluso, puede solucionarlo de forma remota”, puntualizó el docente.

En cuanto a los animales,  señaló que la robotización permite, por ejemplo, tener un control de la calidad de la leche en línea, ayuda a detectar cuándo las vacas entran en celo —con lo que se mejoran los manejos reproductivos— o determinar el grado de estrés térmico en las épocas de más calor. Así, la tecnología permite anticiparse a las necesidades individuales de cada animal y gestionar más eficientemente el rodeo.

Presente y futuro

“A escala global, hoy las empresas privadas apuestan a aumentar la cantidad de ordeños por módulo, agregando nuevos sensores y tecnologías al robot. Un ejemplo son los contadores automáticos de células somáticas, algo verdaderamente revolucionario. Los conteos elevados de células somáticas indican infecciones por mastitis, la principal enfermedad de los tambos a nivel mundial. Contar con esa información en tiempo real es fundamental”, observó Millapán.

“En resumen, la implementación de robots de ordeño y otras herramientas de bienestar animal puede tener un impacto significativo en la calidad y la cantidad de producción de leche, así como en la salud y el bienestar de los animales, además de aumentar la calidad de vida del tambero”, concluyó. (fuente Infocampo)