Un teodelinense puso de pie una cosechadora Vassalli con más de 60 años de historia

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Ramón Angeloni tiene 86 años, en 2023 cumplió el sueño de restaurar por completo una cosechadora Vassalli Ideal y para festejar paseó a sus cuatro nietas por las calles del pueblo el Día del Arte Criollo.
Llegó a Teodelina con 36 años por trabajo, con la expectativa de permanecer allí solo un corto período pero la vida tenía otros planes para él y allí se quedó. Formó su familia y creó su propia empresa. “La luché mucho en mi vida”, expresa al tiempo que recuerda cuáles fueron sus primeros trabajos en el campo, su primera máquina de arrastre cuando aún eran tiradas por caballos y cómo fue el progreso “siempre tratando de ganar un peso más para poder vivir”.

Fanático de la marca Vassalli, Ramón siempre anheló el momento de poder comprarse la suya, con el correr del tiempo tuvo la oportunidad de hacerlo y con esta misma pasión fue que supo ver un tesoro invaluable en aquel montón de fierros que un cliente ya había dado por perdido. Así, en 2011 le cambió por un pequeño tanque de combustible aquella antigüedad con el deseo de ponerla en marcha nuevamente y cosechar al menos un par de hectáreas, pero como suele suceder el destino tenía otros planes y pasó mucho más tiempo del que hubiese deseado. “Por muchos años estuvo tirada, mis nietas jugaban arriba, la habían llenado de ladrillos”, recuerda entre risas. Pero con la idea firme y con paciencia, un día empezó a trabajar en su sueño y restauró por completo esta máquina de 1955, un “chiche” que hoy pone en marcha al menos una vez por semana para “mantenerla”.

Todo fue un desafío, desde conseguir las piezas recorriendo desarmaderos y talleres, hasta quitar aquellas reformas que se le habían hecho en manos de sus antiguos dueños, solo se permitió ponerle balizas a este inmenso vehículo que hoy descansa bajo techo.
Ramón no se cansa de mirarla, sonríe y vaya a saber uno cuántos recuerdos pasan por su cabeza. De pronto, el silencio da lugar a las palabras: “Te voy a contar una anécdota. Un fin de año viajamos al sur para trabajar en la cosecha, pero mis empleados se quisieron volver para pasar Navidad con sus familias. Quedé solo con mi mujer, mi hija de 3 años y mi hijo Marcelo de 8. Llegó un cliente para contratarnos y yo no sabía cómo hacer para tomar este trabajo porque estaba solo. Entonces, decidí que lo íbamos a hacer en familia. Esa fue la primera vez que mi hijo trabajó conmigo en el campo”.
Con la alegría propia de quien pudo llegar a su objetivo contra viento y marea, Ramón sube las escaleras para mostrar orgulloso cada parte de esta reliquia de la empresa firmatense y recuerda también el día en que todo el pueblo celebró junto a él. Enciende las luces y acelera el motor, que suena como un “guiño” dando fe de su fuerza y protagonismo. (fuente Pueblo Regional)